La conversación que tuvo en el baile con Lulú dio a Hurtado el deseo de intimar
algo más con la muchacha. Realmente la chica era simpática y graciosa. Tenía los ojos desnivelados, uno más alto que otro, y al reír los entornaba hasta convertirlos en dos rayitas, lo que le daba una gran expresión de malicia; su sonrisa levantaba las comisuras de los labios para arriba, y
su cara tomaba un aire satírico y agudo.
No se mordía la lengua para hablar. Decía habitualmente horrores. No había en ella dique para su desenfreno espiritual, y cuando llegaba a lo más escabroso, una expresión de cinismo brillaba en sus ojos.
El primer día que fue Andrés a ver a Lulú después del baile, contó su visita a casa
de doña Virginia.
HURTADo's talk with Lulu at the dance made him
want to know her more intimately ..
Really she had a certain charm and attraction. One
of her eyes was higher than the other, and when she
laughed her eyes became two slits, giving her face a
malicious expression; when she smiled the lines of her
lips were raised and her face took on a sharp, satirical
look.
She was frank enough; indeed she usually said the
most outrageous things, and there seemed no limit to the
license of her mind; and a cynical expression would
show in her eyes.
The first day that Andres went to see Lulu after the
dance he told her of their visit to Dofia Virginia's house.
—¿Estuvieron ustedes a ver a la comadrona? —preguntó Lulú.
—Sí.
—Valiente tía cerda.
—Niña —exclamó doña Leonarda—, ¿qué expresiones son ésas?
—¿Pues qué es, sino una alcahueta o algo peor?
—¡Jesús! ¡Qué palabras!
—A mí me vino un día —siguió diciendo Lulú— preguntándome si quería ir con
ella a casa de un viejo. ¡Qué tía guarra!
A Hurtado le asombraba la mordacidad de Lulú. No tenía ese repertorio vulgar de chistes oídos en el teatro; en ella todo era callejero, popular.
Andrés comenzó a ir con frecuencia a la casa, sólo para oír a Lulú. Era, sin duda,
una mujer inteligente, cerebral, como la mayoría de las muchachas que viven trabajando en las grandes ciudades, con una aspiración mayor por ver, por enterarse, por distinguirse, que por sentir placeres sensuales.
A Hurtado le sorprendía, pero no le producía la más ligera idea de hacerle el amor. Hubiera sido imposible para él pensar que pudiera llegar a tener con Lulú más que una cordial amistad.
Lulú bordaba para un taller de la calle de Segovia, y solía ganar hasta tres pesetas al
día. Con esto, unido a la pequeña pensión de doña Leonarda, vivía la familia; Niní
ganaba poco, porque, aunque trabajaba, era torpe.
"You went to see the midwife?" asked Lulu.
"Yes."
"A pretty swine she is."
"My child," exclaimed Dofia Leonarda, "how can you
use such expressions!"
"Well, what is she but a procuress, or something
worse?"
"Good heavens, what words!"
"She came to me one day," went on Lulu, "to ask if
I would be willing to go to the house of an old man with
her. What a swine!"
Hurtado was amazed at Lulu's mordacity. Hers was
not the common run of jests picked up at the theatre; her
vocabulary was all popular and of the street.
Andres began to go frequently to the house merely to
listen to Lulu. She was certainly an intelligent, intellectual
woman, like most of the girls who live by their work
in a great city and aspire rather to see, understand, and
shine than to experience sensual pleasures.
She startled Hurtado, but did not inspire him with the
least inclination to make love to her. He would have
found it impossible to think of ever being to Lulu more
than a cordial friend.
Lulu did embroidery for a shop in the Calle de Segovia
and might earn three pesetas a day. On this and Dona
Leonarda's small pension the family subsisted; Nini
earned but little, for although she worked, she was not
much of a hand at it.
Cuando Andrés iba por las tardes, se encontraba a Lulú con el bastidor en las rodillas, unas veces cantando a voz en grito, otras muy silenciosa. Lulú cogía rápidamente las canciones de la calle y las cantaba con una picardía admirable. Sobre todo, esas tonadillas encanalladas, de letra grotesca, eran las que más le gustaban.
El tango aquel que empieza diciendo:
Un cocinero de Cádiz, muy afamado,
a las mujeres las compara con el guisado.
y esos otros en que las mujeres entran en quinta, o tienen que ser marineras, el de la
?”Niña qué”?, o el de las mujeres que montan en bicicleta, en el que hay esa
preocupación graciosa, expresada así:
Por eso hay ahora mil discusiones,
por si han de llevar faldas o pantalones.
Todas estas canciones populares las cantaba con muchísima gracia.
A veces le faltaba el humor y tenía esos silencios llenos de pensamientos de las
chicas inquietas y neuróticas. En aquellos instantes sus ideas parecían converger hacia adentro, y la fuerza de la ideación le impulsaba a callar. Si la llamaban de pronto, mientras estaba ensimismada, se ruborizaba y se confundía.
When Andres went there of an afternoon he would
find Lulu with her embroidery frame on her knees,
sometimes singing at the top of her voice, sometimes
very silent.
Lulu quickly picked up the songs of the street and
sang them with the sauciest air; the ruffianly tunes
with grotesque words were those that especially appealed
to her.
The tango beginning
A certain cook of Cadiz, who must be known to you,
Compared all the ladies to nothing but a stew.
and those others in which women enlist or go as sailors,
that beginning "Well, little girl" or that in which women
are made to ride bicycles, thus giving rise to the following
quatrain:
That is why discussion now
In a thousand speeches
Asks if they should still wear skirts
Or be seen in breeches;
All such songs she sang most charmingly.
Sometimes she was out of humour and relapsed into
those silences filled with thinking characteristic of restless
neurotic girls. At such times her thoughts seemed
to turn inward and the force of her ideas impelled her
to silence. If she were addressed suddenly during one
of these fits of abstraction she would stammer and redden.
—No sé lo que anda maquinando cuando está así —decía su madre—; pero no debe
ser nada bueno. Lulú le contó a Andrés que de chica había pasado una larga temporada sin querer hablar. En aquella época el hablar le producía una gran tristeza, y desde entonces le quedaban estos arrechuchos.
Muchas veces Lulú dejaba el bastidor y se largaba a la calle a comprar algo en la mercería próxima, y contestaba a las frases de los horteras de la manera más procaz y descarada.
Este poco apego a defender los intereses de la clase les parecía a doña Leonarda y a
Niní una verdadera vergüenza.
—Ten en cuenta que tu padre fue un personaje —decía doña Leonarda con énfasis.
—Y nosotras nos morimos de hambre —replicaba Lulú. Cuando oscurecía y las tres mujeres dejaban la labor, Lulú se metía en algún rincón, apoyándose en varios sitios al mismo tiempo.
Así como encajonada, en un espacio estrecho, formado por dos sillas y la mesa o por las sillas y el armario del comedor, se ponía a hablar con su habitual cinismo,
escandalizando a su madre y a su hermana. Todo lo que fuera deforme en un sentido humano la regocijaba.
"I don't know what she can he scheming when she
is in these moods," her mother would say, "hut it can
he nothing good."
Lulu told Andres that as a young girl ehe had spent
a long time without being willing to speak at all; to do
so made her feel extremely melancholy, and ever since
she had been subject to these silent moods.
Often Lulu would leave her embroidery and go out
to buy something at a haberdasher's nearby and would
answer the remarks of the shop assistants with the most
shameless outspokenness.
This disinclination to keep a distance proper to her
class seemed in the eyes of Doiia Leonarda and Nini a
real disgrace.
"Remember that your father was well-known," Doiia
Leonarda would say pompously.
"And we are dying of hunger," would answer Lulu.
When it grew dark and the three women left their
work, Lulu would stand in a corner leaning against
several things at the same time and in a kind of narrow
box formed by two chairs and the table or by the
chairs and the dining-room cupboard, she would proceed
to talk with her customary cynicism, to the scandal
of her mother and sister. All kinds of human deformity
delighted her.
Estaba acostumbrada a no guardar respeto a nada ni a nadie. No podía tener amigas
de su edad, porque le gustaba espantar a las mojigatas con barbaridades; en cambio, era buena para los viejos y para los enfermos, comprendía sus manías, sus egoísmos, y se reía de ellos.
Era también servicial; no le molestaba andar con un chico sucio en brazos o cuidar de una vieja enferma de la guardilla. A veces, Andrés la encontraba más deprimida que de ordinario; entre aquellos parapetos de sillas viejas solía estar con la cabeza apoyada en la mano, riéndose de la miseria del cuarto, mirando fijamente el techo o alguno de los agujeros de la estera.
Otras veces se ponía a cantar la misma canción sin parar.
She was accustomed to respect nothing
and nobody. She had no friends of her own age because
she used to outrage the prudes by her barbarous re?
marks; on the other hand she was kindly towards the
old and the sick; she understood their manias and
egoisms and laughed at them. She was ready enough to
render services, did not mind taking a dirty child in her
arms or looking after a sick old woman in a garret.
At times Andres found her more than usually depressed;
standing between her parapets of chairs, she
would rest her head on her hand and laugh at the
wretchedness of the room, looking fixedly at the ceiling
or at one of the holes in the matting.
At other times she would sing the same song over and
over again.
—Pero, muchacha, ¡cállate! —decía su madre—. Me tienes loca con ese estribillo.
Y Lulú callaba; pero al poco tiempo volvía con la canción. A veces iba por la casa un amigo del marido de doña Leonarda, don Prudencio González.
Don Prudencio era un chulo grueso, de abdomen abultado. Gastaba levita negra,
chaleco blanco, del que colgaba la cadena del reloj llena de dijes. Tenía los ojos
desdeñosos, pequeños, el bigote corto y pintado y la cara roja.
Hablaba con acento andaluz y tomaba posturas académicas en la conversación.
El día que iba don Prudencio, doña Leonarda se multiplicaba.
—Usted, que ha conocido a mi marido —decía con voz lacrimosa—. Usted, que nos
ha visto en otra posición. Y doña Leonarda hablaba con lágrimas en los ojos de los esplendores pasados.
"Do he quiet," her mother would say. "That air of
yomús is driving me mad."
Lulu would stop singing, hut would soon begin again
on the same song.
Sometimes a friend of Dona Leonarda's husband
would come to visit them. This Don Prudencio Gonzalez
was fleshy and corpulent. He wore a black frock-coat,
and white waistcoat with a watch-chain full of trinkets.
He had ? small, disdainful eyes, his short moustache was
dyed and he had a red face. He spoke with an Andalusian
accent, and assumed academic attitudes during the conversation.
When he was there Dona Leonarda excelled herself.
"You who knew my husband-" she would say in a
tearful voice--"you who have seen us in a position so
different--"
And with tears in her eyes she discoursed of past
splendours