Mis
extendidas manos encontraron, por último
un sólido obstáculo. Era una
pared que parecía construida de piedra,
muy lisa, húmeda y fría. La
fui siguiendo de cerca, caminando con la
precavida desconfianza que me habían
inspirado ciertas narraciones antiguas.
Sin embargo, esta operación no me
proporcionaba medio alguno para examinar
la dimensión de mi calabozo, pues
podía dar la vuelta y volver al punto
de donde había partido sin darme
cuenta de lo perfectamente igual, que parecía
la pared. En vista de ello busqué
el cuchillo que guardaba en uno de mis bolsillos
cuando fui conducido al tribunal. Pero había
desaparecido, porque mis ropas habían
sido cambiadas por un traje de grosera estameña.
Con objeto de comprobar perfectamente mi
punto de partida, había pensado clavar
la hoja en alguna pequeña grieta
de la pared. Sin embargo, la dificultad
era bien fácil de ser solucionada,
y, no obstante, al principio, debido al
desorden de mi pensamiento, me pareció
insuperable. Rasgué una tira de la
orla de mi vestido y la coloqué en
el suelo en toda su longitud, formando un
ángulo recto con el muro. Recorriendo
a tientas mi camino en torno a mi calabozo,
al terminar el circuito tendría que
encontrar el trozo de tela. Por lo menos,
esto era lo que yo creía, pero no
había tenido en cuenta ni las dimensiones
de la celda ni mi debilidad. El terreno
era húmedo y resbaladizo. Tambaleándome,
anduve durante algún rato. Después
tropecé y caí. Mi gran cansancio
me decidió a continuar tumbado, y
no tardó el sueño en apoderarse
de mí en aquella posición.
|
Mes
mains étendues rencontrèrent
à la longue un obstacle solide. C’était
un mur, qui semblait construit en pierres,
très lisse, humide et froid. Je le
suivis de près, marchant avec la soigneuse
méfiance que m’avaient inspirée
certaines anciennes histoires. Cette opération
néanmoins ne me donnait aucun moyen
de vérifier la dimension de mon cachot
; car je pouvais en faire le tour et revenir
au point d’où j’étais
parti sans m’en apercevoir, tant le
mur semblait parfaitement uniforme. C’est
pourquoi je cherchai le couteau que j’avais
dans ma poche quand on m’avait conduit
au tribunal ; mais il avait disparu, mes vêtements
ayant été changés contre
une robe de serge grossière. J’avais
eu l’idée d’enfoncer la
lame dans quelque menue crevasse de la maçonnerie,
afin de bien constater mon point de départ.
La difficulté cependant était
bien vulgaire ; mais d’abord, dans le
désordre de ma pensée, elle
me sembla insurmontable. Je déchirai
une partie de l’ourlet de ma robe, et
je plaçai le morceau par terre, dans
toute sa longueur et à angle droit
contre le mur. En suivant mon chemin à
tâtons autour de mon cachot, je ne pouvais
pas manquer de rencontrer ce chiffon en achevant
le circuit. Du moins, je le croyais ; mais
je n’avais pas tenu compte de l’étendue
de mon cachot ou de ma faiblesse. Le terrain
était humide et glissant. J’allai
en chancelant pendant quelque temps, puis
je trébuchai, je tombai. Mon extrême
fatigue me décida à rester couché,
et le sommeil me surprit bientôt dans
cet état. |